Una dama se acercó al muchacho y le dijo:
“Mi jovencito, ¿qué es lo que miras con tanta insistencia en el escaparate?
“Le estaba pidiendo a Dios que me diese un
par de zapatos”, fue la respuesta del muchacho.
Él se las trajo rápidamente. Ella se llevó
al muchacho a la parte trasera de la tienda y, quitándose sus guantes, se
arrodilló, lavó sus piecitos y los secó con la toalla.
Para entonces, el vendedor había regresado
con los calcetines.
Colocando un par en los pies del muchacho,
entonces ella le compró un par de zapatos, y atando el resto de los pares de
calcetines, se los entregó. Le dio una palmadita en la cabeza y le dijo: “No
hay duda, mi amiguito, te sentirás más cómodo ahora”.
Al salir, el asombrado muchacho le tomó la
mano y, mirándola al rostro, con lágrimas en sus ojos, le contestó con estas
palabras: “¿Es usted la esposa de Dios?”
No hay duda que cuando somos compasivos nos
parecemos a Dios, porque Dios es Compasivo. Extendemos nuestra mano amiga y
tierna no sólo en Diciembre, sino todo el año.
Así brille vuestra luz delante de los
hombres, para que vean vuestras buenas acciones y glorifiquen a vuestro Padre
que está en los cielos.
Mateo 5:16.
Quieres ser
tu las manos de Cristo y extenderlas a aquellos que más lo necesitan, en
un mundo lleno de egoísmo, de un amor propio sin medida, de una sociedad tan
individualista, me pregunto quienes harán la diferencia, te invito a amar a tu
prójimo como a ti mismos y a tener en cuanta
las palabras de nuestro amado maestro, “Y respondiendo el Rey, les dirá: De
cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más
pequeños, a mí lo hicisteis” (Mt. 25:40)
Pr. Nelson Tapia
Pastoral Universitaria